Había una vez, un reino muy
muy lejano, donde vivían la reina Blanca y el rey Abel. Vivían en una casa muy
grande, rodeada de enormes jardines, pero les faltaba un detalle para ser
meramente felices, tener un bebe. Años después, Blanca la reina, por fin se
quedó embarazada y dio a luz a una niña preciosa, le pusieron de nombre
Adriana.
Cuando Adriana solo tenía 7
meses, Blanca su mamá cada vez estaba más enferma... Mientras Abel se despedía
de ella, está le pidió que cuidase de su hija, que por favor abriese el cajón
de su mesilla y sacará su anillo de bodas, el colgante en forma de corazón de
su abuela y otra figurita en forma de flor de su bisabuela, para que Adriana supiese que siempre
iba a estar con ella. Y por último le pidió, que debía tener descendencia,
debía volver a casarse, lo único que le pidió es que con la mujer que se
casase, tenía que ser más bella que ella y eso que la reina Blanca era una de
las mujeres más hermosas. El rey Abel concedió todos y cada uno de los deseos
que su mujer le había pedido antes de morir.
Desde que murió su madre, Abel
no dejo en ningún momento sola a su hija Adriana, le había prometido a su mujer
que cuidaría de ella y así lo hizo. Se pasaban las tardes enteras jugando,
pintando… Era una niña muy guapa, con el pelo largo, rubio y ojos verdes.
Mientras la niña dormía, el
padre organizaba bailes en el jardín para encontrar una nueva esposa que fuese
más bella que la reina Blanca. Pasaban los meses y Abel seguía sin encontrar a
nadie, es más, ni el mismo quería una nueva esposa.
Un día, Adriana subió a hablar
con su padre y le dijo: Papá te veo preocupado, si no vas a amar a una mujer
como amaste a mamá no sigas buscando y el padre tan sorprendido le contestó:
¿de veras dices eso? ¿Crees que tu madre pensará lo mismo? No sabes el peso que
me quitas de encima… No quiero a otra mujer en mi vida, quiero a tu madre.
Después de una larga conversación, el padre decidió hacer caso a la niña, no
iba a seguir buscando una nueva esposa.
Más tarde, hablando padre e
hija, el padre le dijo: me gustaría entregarte un regalo que tu madre me dio
para ti. Este anillo de bodas de tu madre, este colgante en forma de corazón de
tu abuela y está figurita en forma de flor de tu bisabuela. Cuando Adriana recibió ese regalo
tan especial, se emocionó y fundió en un enorme abrazo a su padre.
Esa misma noche, el padre
estuvo pensando que hacer para que el reino tuviese descendencia, por lo que decidió
casar a su hija con el príncipe Arturo, de otro reino.
Cuando se lo comentó a Adriana,
ella no entendía nada. ¿Si ella no le había obligado a su padre a casarse con
otra mujer, porque ahora ella debía de hacerlo? Pensaba Adriana constantemente.
Tras una larga discusión, el
padre seguía insistiéndola y Adriana lo tenía claro, si el padre quería que se
casase, ella quería 3 vestidos, uno tan dorado como el Sol, otro tan plateado
como la luna y el último tan brillante como las estrellas.
Como lo único que quería el
padre era que su hija se casase, aceptó y se puso manos a la obra para
conseguir esos vestidos. Dos meses más tarde, el padre ya tenía los vestidos y
se los dio a su hija.
Con el paso del tiempo,
Adriana le dijo a su padre: si realmente quieres que me case, mi futuro marido
me tendrá que hacer un regalo de bodas ¿no? Quiero un abrigo con todas las
pieles de los animales.
Al día siguiente, el padre fue
a hablar con el príncipe Arturo para decirle lo que la princesa Adriana quería
como regalo de bodas.
Dos meses más tarde, el futuro
esposo le entregó su regalo de bodas, el abrigo de toda clase de pieles. Y le
dijo: espero que te haya gustado, el domingo nos casamos.
Esa misma noche, Adriana cogió
todas sus cosas y se marchó, no entendía porque su padre le obligaba a casarse.
Se metió en el bosque y se quedó detrás de un árbol hasta que se hiciese de día.
De repente empezó a oír ruidos de cascos de caballo. Se quedó escondida
tapándose con la capucha y el abrigo de toda clase de pieles pero los hombres que iban a
caballo le vieron y uno de ellos, el príncipe Pedro dijo: debemos llevarla a
nuestro reino, no vaya a ser que este herida. Adriana se levantó, se subió al
caballo pero seguía tapada no quería que nadie le reconociese.
Cuando llegó al reino Adriana
no quería decir su nombre, ni tampoco quería cambiarse de ropa, quería estar
siempre con el abrigo y la capucha para evitar ser descubierta y que le mandasen de nuevo a
su reino. Entonces le empezaron a llamar “Toda clase de pieles” por el abrigo
que llevaba, ya que siempre iba con él.
Un día el cocinero le enseñó a cocinar
y desde entonces se convirtió en su ayudante de cocina.
Un año después, se enteró que
el príncipe Pedro buscaba esposa y ella quería casarse con él, aunque sabía que
el príncipe nunca se fijaría en ella.
Iban a empezar los bailes para
que el príncipe Arturo buscase esposa, así que el cocinero y “toda clase de
pieles” empezaron a preparar la comida. Cuando
terminaron ella le pidió al cocinero que si podía asomarse a ver el baile. Se
fue corriendo a su habitación y se puso guapísima, se soltó el pelo, se peinó,
se pintó, se quitó el abrigo de toda clase de pieles y se puso el vestido tan
dorado como el sol.
Cuando iba a terminar el baile, el príncipe la miró y le
pidió un baile, estuvieron hablando, riéndose… Llegaron a bailar hasta 3 bailes,
pero el príncipe no logró saber de qué reino era aquella princesa…
Al acabar el baile, se fue
corriendo a su habitación a quitarse el vestido y a ponerse el abrigo de toda clase
de pieles para que nadie le reconociese. Al llegar a la cocina se puso como loca
a preparar el caldo y se lo subió corriendo a la habitación.
Antes de
entregarle el caldo, Toda clase de pieles dejó caer el colgante que tenía en
forma de corazón.
El príncipe a medida que iba
tomándose el caldo, notaba que había algo metálico al fondo, lo sacó y vio el
colgante y se preguntó de quien podía ser.
Llegó la segunda noche de
baile, toda clase de pieles volvió a pedirle al cocinero que si podía ir a
verlo y subió corriendo a cambiarse, se arregló y se puso el vestido tan
plateado como la luna.
Durante el baile, el príncipe no paraba de buscarla, la
encontró y fue hacía ella, “me resultas muy interesante”, le dijo el príncipe.
Él no paraba de hacerle preguntas pero ella nunca contestaba, bailaron 10
bailes. Al terminar, toda clase de pieles se fue corriendo a su habitación para
quitarse el vestido y ponerse el abrigo de toda clase de pieles y bajó a la
cocina a hacer corriendo el caldo.
Cuando le subió el caldo al príncipe, volvió
a dejarle otro colgante, la figurita en forma de flor. Mientras el príncipe se tomaba el caldo,
él estaba buscando a ver si había algo de metal y efectivamente, se encontró la
figurita de la flor… el príncipe estaba muy extrañado, no sabía de quien podía ser.
Llegó la noche más importante,
la tercera y última noche, el príncipe debía tomar la decisión. Toda clase de
pieles estaba muy nerviosa, volvió a pedirle al cocinero que si podía ir a ver
el baile como todas las noches. Subió corriendo a su habitación y se puso el
vestido tan brillante como las estrellas y un peinado de reina, estaba
preciosa.
En cuanto el príncipe la vio, se fue corriendo hacia ella, ya no
volvió a bailar con nadie más, excepto ella. Llegó la hora y toda clase de
pieles se tenía que ir a preparar el caldo pero el príncipe no paraba de
cogerle la mano, no quería que se fuese.
Toda clase de pieles se fue
corriendo a su habitación a quitarse el vestido y ponerse el abrigo de toda
clase de pieles, bajo a las cocinas, preparó el caldo y se lo subió al
príncipe, esta vez dejo caer el anillo de bodas de su madre en el caldo.
Cuando entró a la habitación
del príncipe a dejar el caldo, este le ordenó que se quedase, que iba a tardar
muy poco. Cuando terminó de cenar, el príncipe se acercó a toda clase de pieles
y le dijo: ¿tú sabes qué es esto?, señalando el anillo, el colgante en forma de
corazón y la figurita de la flor. Y toda clase de pieles contestó que no. El príncipe se
acercó, le cogió las manos y le dijo: este anillo que tienes entre los dedos,
lo he dejado caer durante el baile. Le quitó la capucha del abrigo y le dijo:
tú eres la mujer con la que quiero estar. Se besaron, se abrazaron y fueron
felices por siempre jamás.
FIN
A la hora de llevar a cabo la adaptación de este cuento he tenido en cuenta que iba destinado a niños de 8-9 años. Es una edad en la que los niños muestran especial interés por los cuentos folclóricos. He intentando mantener la emoción de los sucesos que les ocurren a los personajes, con el fin de atraer y fijar la atención en el cuento.
-HE MANTENIDO:
-La muerte de la madre.
-El
motivo por el cual la princesa huye, ya que no acepta la exigencia de su padre.
-La
doble personalidad, princesa-Toda clase de pieles.
-El
final feliz donde el amor triunfa entre el príncipe y la princesa/Toda clase de
pieles.
-Los
3 objetos de la madre que le entrega el padre a su hija.
-HE MODIFICADO:
-He
puesto nombre a los personajes principales, con el fin de que los niños puedan
identificarlos fácilmente.
-He
considerado más apropiado que el rey tenga el deseo de que su hija se case con
el príncipe Arturo, ya que el otro no me parecía un tema adecuado para tratar
con niños.
Perfecto.
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